FUERA TELARAÑAS_ EL NIÑO EN EL JUEGO

Hoy se cumplen 80 años del asesinato y desaparición de mi abuelo, Arturo Sanmartín. Muy poco ha quedado de su trabajo en la enseñanza, pero sí hemos podido rescatar algunos Boletines de Educación de la Inspección de Palencia. El Decreto de 2 de diciembre de 1932 (Gaceta de Madrid núm. 342 de 7/12/1932) dispuso que la Junta de Inspectores debía publicar un Boletín mensual en cada provincia. Uno de los inspectores, elegido entre sus compañeros, debía ocuparse de este Boletín y en Palencia fue mi abuelo, como Inspector de Enseñanza Primaria.

Reproducimos el editorial del Boletín de Educación de Palencia, número 8, abril 1934.

“Conocer al niño es de una gran transcendencia pedagógica y más difícil de lo que parece a primera vista. De este desconocimiento de lo que es el niño en sí dimanan todos los defectos de la Escuela anterior. La personalidad del niño existe y hay que respetarla. Ya Rousseau se lamentaba de que los padres y educadores busquen al hombre en el niño, sin pensar en lo que es antes que hombre. García Morente dice a este respecto que la pedagogía debe hacer del niño un niño y Ortega y Gaset ordena y suplica que se respete el infantilismo.

Conocer a la infancia, su personalidad, sus derechos, constituye hoy una preocupación constante y son muchas las entidades encargadas de realizar estudios, investigaciones y experiencias encaminadas a tal fin. Este niño que se estudia y se busca para respetar su naturaleza, es el niño en común, es, en una palabra, la infancia. Pero al Maestro no le es suficiente con este conocimiento, necesita conocer

la individualidad de cada uno de sus alumnos, precisamente para respetar aún más la naturaleza infantil y educar a cada niño según lo exija su propia individualidad.

Entre los medios que están al alcance del Maestro para este fin, se encuentra en primer lugar, el juego; esa actividad espontánea que tiene el don de abrir de par en par la psicología del alumno ante los ojos de un Maestro investigador.

Para nuestro propósito no necesitaremos buscar el origen del juego estudiando las diferentes teorías propuestas al efecto, ni siquiera las clases de juego, ya que éstos son una consecuencia de la edad del niño y de las tendencias de la época. Nuestras investigaciones, las que nos han de descubrir y dar a conocer al niño, lo mismo podrán efectuarse en los juegos espontáneos que en los de carácter intelectual, imaginativos, ingeniosos etc. Lo imprescindible es que el juego se realice con actividad autónoma, no subordinada a fines didácticos como tiende a hacerse frecuentemente. El Maestro durante el juego aparecerá como mero espectador o bien como un camarada más, pero nunca dejará que se trasluzca su papel fiscalizador.

Más que con toda la serie de medidas antopométricas nos dirá el juego qué niños son débiles o enfermizos, cuál tiene alguna propensión a estados congestivos, alguna dificultad del aparato respiratorio, circulatorio etc. Los temperamentos se destacan también en el juego, principalmente cuando éste es un juego social. Pero el valor en estos aspectos es pálido al lado de lo que representa con relación a la parte psicológica. El juego es el espejo donde se retrata fielmente el alma del niño, es la película móvil que representa rápidamente todos los estados sucesivos del alma infantil del pequeño luchador. El Maestro irá viendo en rápido desfile el apuntamiento de rencores, envidias, intenciones funestas y a la vez impulsos generosos de amistad, de cariño, de abnegación en muchos casos. Todas las virtudes morales y todos los vicios, se manifiestan en el juego.”

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