En junio había regresado de su último viaje por Europa como Pensionado de la Junta de Ampliación de Estudios, y se quedó ese mes de julio en Palencia para presidir un tribunal de oposiciones de magisterio. Y, de repente, el proyecto democrático y progresista de España se rompió.
Mi padre, Arturo Sanmartín, permaneció escondido durante varias semanas y tras conocer el asesinato de su mujer, Sofía -sucedido en el mes anterior-, se abandonó a su suerte. Y ésta no pudo ser peor: detenido, paseado por las calles de Palencia, injuriado y finalmente asesinado y desaparecido en algún camino. Allí siguen sus huesos, y aquí estamos nosotras para mantenerte presente.
Natalia Sanmartín Polo –hija-
Consuelo Peláez Sanmartín –nieta-