Hoy, día 30 de agosto, es el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Entre los desaparecicidos están: mi bisabuelo, VENTURA POLO BETETA; su hija, SOFÍA POLO GIMÉNEZ, mi abuela; y su yerno, ARTURO SANMARTÍN SUÑER, mi abuelo.
El año 2004, el proyecto “Missing” del Comité Internacional de la Cruz Roja defendía la necesidad de informar a las familias de los desaparecidos como un derecho humano fundamental: Es fundamental que a los familiares se les permita conocer la suerte corrida por sus seres queridos desaparecidos: el paradero o bien la causa de muerte si es que han fallecido.
De lo contrario: las generaciones futuras guardarán el resentimiento producido por la humillación y la injusticia que han sufrido sus familiares.
Dice mi compañero Paco, y dice bien, que la transición en este país se pudo hacer gracias a las renuncias de los partidos de izquierda: la renuncia a la República, la renuncia a un estado laico, la renuncia a una ley de reparación para las víctimas del franquismo, … Y de aquellos polvos, estos lodos.
Ahora, en el año 2014, un informe de las Naciones Unidas sobre el tema de las desapariciones dice: El modelo vigente de “privatización” de las exhumaciones, que delega esta responsabilidad a las víctimas y asociaciones, alimenta la indiferencia de las instituciones estatales y conlleva dificultades metodológicas, de homologación y oficialización de la verdad”.
En definitiva que, después de siete décadas del final de la Guerra Civil, muchos familiares seguimos sin saber el paradero de nuestros abuelos o bisabuelos, seguimos sin conseguir la reparación de su memoria, ferozmente ultrajada por el franquismo, y seguimos sin cerrar el duelo por aquellos que perdimos brutalmente.
No os olvidamos.
Consuelo Peláez Sanmartín –nieta y bisnieta-