Los manuales de Historia de España que utilizamos en Segundo de Bachillerato suelen tener una concepción objetiva sin apenas dar entrada a formulaciones divergentes o contrapuestas. De aquí la dificultad de que las ideas, vivencias, emociones o representaciones de los alumnos puedan tener entrada en las aulas. Ello hace que, a veces, resulte difícil mantener el interés y la motivación por un saber histórico, dado que lo ven escasamente relacionado con sus preocupaciones y problemas.
Por ello este periodo de nuestra historia tan reciente resulta muy útil estudiarlo desde una óptica distinta. El objetivo es no sólo conocer sino comprender. Sobre todo porque creo lo que hace tiempo escribió Benjamin Franklin: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. El método para lograrlo era hacer que los alumnos preguntaran a los propios protagonistas de la historia, en algunos casos sus abuelos, en otros sus padres. Si añadimos a estas fuentes orales la presencia en las aulas de algunas personas que vivieron este periodo, ello les permitía comprender la emoción, el dolor que sintieron los protagonistas. Porque creo que es necesario conocer nuestra historia, saber honestamente y verazmente lo que sucedió, por trágico que sea, para extraer una lección fundamental: no se puede justificar la violencia, la imposición o la guerra, ni la dictadura de cualquier signo. Al escuchar emocionada los testimonios de Natalia y de los alumnos creo que hemos puesto un granito de arena a que piensen que el progreso moral de la humanidad se mide por la conciencia de responsabilidad que tiene la generación presente con el pasado. No podemos permitir que tanto terror y tanta violencia nos haga perder la compasión, la memoria o la justicia.
Fdo. Pilar de la Vega Cebrián